La Palabra que hace...
Descripción de la publicación.
LO ONTOLOGICO


El lenguaje performativo, una noción desarrollada por el filósofo británico J.L. Austin en la segunda mitad del siglo XX, ha emergido como una herramienta crucial en el análisis lingüístico y filosófico. Con un impacto inmediato en las acciones de los seres humanos que comenzaron a utilizarlo de esa forma. A diferencia del lenguaje descriptivo, que se centra en la descripción de lo que entendemos como realidad, el lenguaje performativo demuestra que el lenguaje es una acción en sí misma. A la vez que su pronunciación genera además de la acción inherente, una consecuencia de acción/es en el resto de las personas y sistema que nos rodean. Es decir, las palabras no solo describen una situación o estado de cosas, sino que también pueden cambiar esa situación o llevar a cabo una acción o crearla. La palabra cambia “el mundo”, mí mundo.
Los alcances del lenguaje performativo son significativos y diversificados. En primer lugar, se emplea cotidianamente, solo que algunos personas al no tener la distinción no se dan cuenta del alcance y el poder que tiene la palabra cuando es vivida como performativa. Todas las disciplinas profesionales utilizan el lenguaje performativo. Todas las personas en algún momento de sus vidas, también. Las palabras tienen el poder de crear o modificar realidades, sean estas jurídicas, sociales o emocionales. Por ejemplo, en una ceremonia de boda, el simple acto de decir "Acepto" tiene el poder de vincular legalmente a dos personas. Con las implicancias emocionales para quienes están efectuando el acto pero también para los que están presenciando el mismo. Además de las consecuencias para las demás personas que están implicadas directa o indirectamente al hecho. Esa palabra cambió el mundo y a partir de ese hecho, cambió la realidad. Ya no hay dos “solteros” para la estadística, por ejemplo.
Si bien el ejemplo parece vago y quizás no sea tan tangible en este momento para ud. como lector/a. Es posible mostrarlo de otra manera, un tanto más radical. Por ejemplo cuando un médico le dice a una persona: ud. tiene un tumor maligno. Independientemente del rigor científico, lo que surge como relevante para mostrar en este espacio es que esa declaración cambió el mundo de esa persona y allegados. Dependiendo la función de esa persona en la sociedad, quizás el impacto de esa declaración podría hacer adelantar unas elecciones nacionales si la persona en cuestión fuese el/la presidente. No importa si tiene o no el tumor en términos de verdad, lo que es relevante mostrar es el impacto que tiene el lenguaje cuando es utilizado de manera performativa.
En la actualidad, el lenguaje performativo también desempeña un papel fundamental en campos como la política, la publicidad y la negociación. Los discursos políticos, por ejemplo, pueden tener el poder de movilizar a las masas o cambiar la opinión pública mediante la realización de promesas, compromisos o declaraciones de intenciones. Del mismo modo, en la publicidad, las afirmaciones como "¡Compra ahora y obtén un descuento del 50%!" no solo describen una oferta, sino que también la hacen efectiva al inducir a la acción de compra.
El problema considero es cuando el lenguaje está siendo performativo y no nos damos cuenta de su impacto en nuestra vida cotidiana. De las cosas que nos decimos a nosotros mismos y que les decimos a los demás.
Quiero traer algunas palabras que parecieran ser inocentes al decirlas, sin embargo tienen un impacto sutil, lento y consecuente en el mediano-largo plazo.
Estas palabras son: “nada”, “maaaal”, “bien”.
Sin quererlo o por costumbre comenzamos a utilizar estas palabras en nuestra vida cotidiana. Y si alguien me pregunta cómo estoy y yo respondo “maaaal” pero quiero manifestar otra cosa, se producen dos contradicciones en simultáneo. Primero para el que escucha un mensaje que tiene que decodificar al revés de como viene y por otro lado para la persona que lo emite que a la vez que lo dice, lo escucha para su futuro y lo que escucha es “mal”. Eso va incidiendo en nuestros estados de ánimo, como gotas que van cayendo del cielo para caer en un recipiente. En algún momento ese recipiente está lleno de agua y no sabemos ni porqué, ni como. Ese lenguaje, hizo que yo de alguna manera con el paso, de ese tiempo de llenado del recipiente, crea que estoy mal. Lo mismo ocurre con “bien”. Cada vez que me preguntan y respondo eso y no estoy sintiendo eso, no termino de hacerme responsable de hacer algo a posteriori para revertir eso que me está pasando, que no es “bien” pero como no lo declaro ni lo escucho, no puedo hacer algo distinto y vuelvo a seguir haciendo lo de antes.
Hablarnos de la manera de tener en cuenta el impacto que tiene el lenguaje performativo en nuestras vidas, hará una gran diferencia en lo que queremos que nos pase. Empezar a contarnos la historia que sí queremos vivir, hará que empecemos a actuar en consecuencia, primero desde lenguaje y luego en acciones fuera del mismo. Recuerdo aquí, que el lenguaje es acción. El hecho de pronunciar la palabra, ya desencadena un cúmulo de acciones.
Comparado con el lenguaje descriptivo, que se centra en la representación de hechos que observo, el lenguaje performativo es inherentemente más dinámico y activo. Mientras que el lenguaje descriptivo busca capturar y comunicar hechos o información sobre el mundo, el lenguaje performativo va más allá al influir en la realidad misma a través de las palabras, a veces sosteniendola, a veces cambiandola o transformandola.
El lenguaje performativo es una herramienta poderosa que trasciende la mera descripción para convertirse en una fuerza activa en la construcción y transformación del mundo, de tu mundo. Su uso y comprensión son vitales en diversos campos de la vida humana, desde lo legal, lo político, lo social, lo interpersonal pero inicialmente en el espacio intrapersonal. Si no sé cómo me hablo, es posible que no sepa como tengo los resultados que tengo.