¿Por qué no explota?

Descripción de la publicación.

COACHING POLÍTICO

Lionel H. Moraña

6/6/202410 min read

¿Por qué no estalla?


A pocos meses de gobierno podemos comenzar a concluir que se avisora el peor gobierno de los últimos años en Argentina. Con el mayor índice de pobreza e indigencia alguna vez registrado, Con el rompimiento de las relaciones diplomáticas con los países de la región y con algunos países del mundo. Socavando los derechos conquistados hasta ahora para implantar un modelo de extracción y destrozo de nuestros recursos naturales, eliminando la incipiente industria nacional, ahogando con aumentos en luz, gas e impuestos a las pymes, lo que genera aún más desempleo, menos recaudación y por ende mayor déficit fiscal nuevamente. Lo que seguramente se solucionará con más endeudamiento y la consolidación de la dependencia internacional para las decisiones locales.

Mayor costo de vida, menos ingresos, más pobreza, más indigencia, menos oportunidades laborales, cierre de espacios relacionados con la cultura, cambio de algunos símbolos patrios (asemejándose a los símbolos de Estados Unidos).

Una oposición que juega el juego de oponerse, pero negociar y permitir que este gobierno haga “el trabajo sucio” que el peronismo no quiere volver a hacer como la reforma laboral, ampliación del régimen para proyectos de megaminería y algunos otros acuerdos que aún desconocemos.

Ante este panorama, la pregunta central es: ¿Cómo puede ser que no explote?. ¿Por qué aún no hay filas y filas de personas todos los días reclamando que no tienen para comer?

¿Será que no existe tal situación? ¿Será que hemos perdido la capacidad de luchar por nuestros derechos? ¿Será que es tanto el odio por el peronismo que las personas bancan esta situación con tal “que no vuelvan”? ¿Será que estamos adormecidos? ¿Será que la batalla cultural la ganó el capitalismo imponiendo su concepto de individualismo y se rompieron los lazos de comunidad? ¿será que no existe ya el relacionamiento social? ¿que el club de barrio, que la sociedad de fomento, que la plaza, que el centro de jubilados, que el centro comunitario dejaron de existir? ¿Será que perdieron su razón de ser para convertirse en una cadena de gimnasios de turno? ¿Será que hay personas que piensan que este es el rumbo que quieren para su país?

Los seres humanos desde que tenemos el lenguaje a disposición, nos hemos ocupado de llenar los vacíos que generan las preguntas con explicaciones. Explicaciones que a veces conforman más, a veces convencen más y a veces quedan grabadas como verdades inamovibles. Respuestas posibles que encontramos frente a preguntas que incomodan.

Frente a la pregunta del título, hace un tiempo encontré una posible respuesta. Cuando publicamos la nota “el shock para reprogramar”, una profesora de historia se comunicó agradeciendo la nota y sugirió la lectura del libro Implosión.(Barttolotta & Gago, 2023, 1)

Para mí sorpresa, encontré varias posibles respuestas a las preguntas precedentes, las que enuncio en esta nota a continuación:


La imagen de la implosión, un estallido hacia adentro, es capaz de dar cuenta de una guerra molecular por el día a día, por rebuscar la existencia… una fenomenología de comportamientos concretos, de sentimientos acumulados, de dramas no contados.

Los estallidos liberan una energía reconocible hacia afuera y arriba; son siempre contra algo, un antagonismo de ocasión. Las implosiones se cargan de energías difusas, inéditas, opacas y cansan; las tiene que sostener el cuerpo y las vidas que las habitan con la precariedad de fondo. Las implosiones no se vienen: se viven, sin alerta roja, están siendo, en un proceso inmanente y, por ende, difícil de percibir, de leer, de inscribir en un fin político. (Barttolotta & Gago, 2023, 16-17).

Parafraseando a Godard: La implosión es como el incendio, nace, crece, y se alimenta de aquello mismo que quema y destruye.

El estallido abre algún tipo de escenario político; la implosión tiende a cerrarlo: lo clausura. Por eso el afecto político o la tonalidad afectiva de la implosión es más el cansancio que la Euforia; la realidad aplastante más que Expectativa de su transformación. (Barttolotta & Gago, 2023, 18).

Donde hay un afecto extraño, un quilombo raro y difícil de registrar, ahí hay una explosión en curso. Hay que reconocer esas expresiones en las implosiones. No para devenir exégetas o cronistas de vanguardia, sino para activar una política de la escucha y para, nuevamente, disputar las existencias que no suelen percibirse (Lapoujade). (Barttolotta & Gago, 2023, 21).

Hay que esforzarse para ver lo social implosionado y para orientarse en ese proceso complejo, pero no necesariamente confuso. Complejidad no es confusión y tampoco es desjerarquización. Que no se alcance nunca el trasfondo (siempre pliegues de pliegues de la precariedad en donde se muestra su fiereza, y a la vez, su sutileza), que sea tan difícil encontrar las causas de las implosiones no significa que se resigne el sentido de lo que acontece. (Barttolotta & Gago, 2023, 23)

Las implosiones tienen más en común con la radioactividad que con las detonaciones de los estallidos. La metáfora de los radiactivos sirve porque dispara sensaciones de pavor, de lo difuso, de invisibilidad letal, de diferentes umbrales de exposición a ese peligro, de diferentes mediaciones ante ese peligro del trasfondo.


Implosión dentro de tu casa

implosión en los pibes de la esquina

implosión En la cooperativa

implosión 24 horas al día


La implosión ocurre, está ocurriendo (siempre en gerundio, Esa es la forma verbal) en los mismos espacios que mira la política y los discursos militantes, pero en otra dimensión; en la que no se adentran porque no la perciben (“ acá parece que está todo tranquilo eh, la gente se la banca, no?”). las implosiones sociales no son insurrecciones ni acontecimientos ingobernables. Son siempre, y sin intención, ingobernables para cualquier forma de gobernabilidad reconocida. Y sin embargo, no son el puro caos ni la temida anomia social. Las implosiones sociales no son relieves amenazantes de lo social, no son pequeños atentados contra el orden social. Pero dentro de lo social implosionado se incuban violencias difusas, amenazas a cualquier estabilidad existencial privada. (Barttolotta & Gago, 2023, 26)

Los rejuntes son la forma que toma la convivencia en lo social implosionado. rejuntes de dos integrantes o de 100. rejuntes sobre diferentes umbrales y grados de precariedad. Los rejuntes son el modo transversal en que se organizan los afectos en la precariedad: afectos laborales, amistosos, amorosos, familiares, barriales. No hay más trama comunitaria, hay rejuntes reducidos o empleados. A los rejuntes no los une el amor sino el espanto; o el terror anímico de la precariedad. (Barttolotta & Gago, 2023, 28).


Si no estalla, implosiona. Si implosiona, no estalla. Silogismos falsos. implosiona y puede estallar. Si estalla, en una sociedad precaria, seguro es sobre lo social implosionado. (Barttolotta & Gago, 2023, 29)

El cuerpo no para, en el momento del estallido social, hasta que merme esa intensidad que inauguró. En lo social implosionado el cuerpo no para nunca, hasta en los momentos de quietud sigue funcionando por dentro una máquina que gestiona y carga quilombos. Un aceleramiento precario que no es punta de lanza de nada. Solo gestión en lo que se da para sostenerse en la porción de precariedad que se habita. Lo Social implosionado es la Ultra productividad de lo social, aunque esta dimensión permanezca opaca. Lo social implosionado deviene fuerza destructiva (demoledora de cuerpos, de Barrios, espacios laborales, de instituciones) que no se opone a las fuerzas productivas. Lo Social implosionado es fuerza destructiva de lo social por aceleración maníaca de lo productivo y no por su negación. En las implosiones sociales los discursos políticos son un lejano vector más de cansancio cotidiano. (Barttolotta & Gago, 2023, 32).

Altos índices de informalidad económica, políticas públicas deficientes, falta de inversión en infraestructura social, etcétera. En estos territorios se observan violencias institucionales (de fuerzas de seguridad), inseguridad ( robos cada vez más violentos), enfrentamientos entre banditas (crimen organizado, también Crimen desorganizado y anómico), Enfrentamientos entre vecinos, violencias al interior de las familias, de los hogares. en medio de estas violencias difusas (verticales y horizontales), en relación a ellas, es que pensamos las conflictividades sociales. Son conflictividades más ambiguas, con otro tipo de resonancias y efectos, y con causas menos nítidas; también menos organizables desde antagonismo sociales o de clases tradicionales. Estos escenarios son los que definimos como escenarios de guerra en y contra la precariedad: Por sobrevivir, por hacer pie, por cuidar lo poco que se tiene, por mantener umbrales vivibles en medio del desborde. Llegar no solo al final de la semana, si no alcanzar, más o menos enteros el final del día. (Barttolotta & Gago, 2023, 35).

El endeudamiento es otro de las dimensiones clave. por cómo combina paliza anímica y malestar social, por la bomba que instala al interior de las familias y parejas, por lo que hace con el futuro inmediato, por cómo envenena el presente. (Barttolotta & Gago, 2023, 44).

La precariedad totalitaria es una bomba silenciosa para el concepto de representación política. No hay sujetos a representar; no hay precarizados por los que demandar o a quienes asistir; cuestión que no borra a los sujetos concretos de la precariedad, al contrario, sino que pone la discusión en otro plano. La noción de precariedad rebalsa a la noción de informalidad, de carencia, de demanda insatisfecha, de pauperización de lo social, desafiliación, etcétera. Y en ese desborde lo que cae también es la noción clásica de sujeto y de representación, de demanda y respuesta, y Todo un sistema de expectativas políticas. (Barttolotta & Gago, 2023, 47).

Inflación Es crisis que está ya para el lado de acá; crisis replegada y ajustada en un interiorismo cada vez más recargado y asfixiante. Las implosiones no se asemejan a los estallidos, son de otra naturaleza: Aunque pueden incluirlos, se profundizan siempre en un más acá: barrio adentro, casa adentro, familia adentro, cuerpo adentro. un adentro, o un interior, que lo pensamos como lógica, Como dinámica de la precariedad, No únicamente como lugar o localización. Un pasillo de un hospital rebalsado, un centro de salud que no da abasto, un centro de rehabilitación o un barrio denso, la nocturnidad picanteada, un comedor lleno, o una escuela Límite, el aumento en la tasa de suicidio, son expresiones de lo social implosionado, que se suman aquellas de los hogares hacinados.


Combates intrafamiliares y el desborde afectivo… y no hay válvula de escape: abriendo la puerta de la casa no se descomprime nada, los quilombos derramaron al barrio y a la ciudad entera: el adentro es ciudad. (Barttolotta & Gago, 2023, 48).

Hay ondas expansivas de las implosiones. y hay ondas que quedan adentro y que detonarán después, quién sabe dónde o cuándo, o quedarán rebotando en el mismo cuerpo.

El director de una salita barrial nos dice que hay que ver el trasfondo. Repetido como un mantra a la hora de atender los reclamos de los profesionales que se lamentan si alguien llega tarde un turno o no continúa un tratamiento o no sigue ciertas pautas de salud: “ tenés que ver qué pasó con la familia, con la mamá, no sirve culpar a nadie… pero, a su vez, Si ves el trasfondo no llegas más. no llegas a ver todos los niveles. Es el contexto, hay que ver el porqué, Y el otro por qué, y así. Yo hablo con los médicos, porque a veces se encabronan porque la gente llega dos horas tarde al turno. Pero yo les digo que tienen que ver cómo es eso, si durmió o no durmió, con quién dejó a los nenes, etcétera. hay que ver los trasfondos de la situación. (Barttolotta et al., 2019, 41)


Intranquilidad y no caos, es lo que predomina en lo social implosionado.

Tranquilidad es lo que se pide de manera más o menos silenciosa, algunas veces desde el ruido o desde un insistente murmullo, en la precariedad totalitaria. Desear tranquilidad social no es lo mismo que pedir orden público: un pedido de tranquilidad incluye lo público, pero no se reduce a esa dimensión: se pide tranquilidad en las calles, en el barrio, pero también en el interior de la casa, en los vínculos familiares y sociales, en la propia vida.

Nuestra época incubó su propio terror: un terror exclusivo de la precariedad, el terror anímico. Un terror que no tiene rostros nítidos ni agentes concretos que nos recuerden sus límites, Porque estos tampoco son claros. El terror anímico es una constante de la precariedad cuando está deviene totalitaria. El terror anímico es uno de los tonos afectivos de lo social implosionado, así como el cansancio. Se retroalimentan; el terror anímico cansa, y estar cansado en suelo resbaladizo y hostil que te requiere siempre el 100 (endeudamiento e inflación mediante), provoca un terror que no se asemeja a los terrores de épocas pasadas. No es el terror a quedar desocupado, o a no conseguir trabajo, o a la incertidumbre habitacional: Son todos esos terrores en continuum, y muchos más. (Barttolotta & Gago, 2023, 55)


Traidos los extractos más relevantes que considero dado el contexto en el que vivimos, surgen algunas preguntas para abordar futuras posibles respuestas: La principal pregunta que engloba y a la vez quiere avizorar una respuesta posible es: ¿Y entonces?.

La que a la vez nos deja de manos atadas a nosotros como ciudadanos de a pie. Cada uno responderá en función a lo que fuí escuchando últimamente en diferentes entrevistas aleatorias en la calle:

-”hay que seguir sobreviviendo”

-”hay que reducir gastos”

-”hay que ahorrar más”

-”hay que ajustarse”

En general no se tiene la reflexión acerca de que no es un tema individual, sino social, colectivo.

Que vos trabajes más, generes más ingresos o “quemes ahorros” o vendas cosas, no va a cambiar la situación general.

¿Y entonces?.

Entonces es necesario comenzar a modificar los lineamientos generales para que impacten en lo social.

Mientras tanto, a nivel personal, la invitación es chequear y darte cuenta si estás implosionando (o aún no, porque como la metáfora que utilizan los autores, es radioactivo y no te das cuenta, pero en algún momento te llega la radiación). Agotamiento, stress, cansancio crónico, enojos recurrentes, pequeñas explosiones (porque se te cayó una taza y se manchó el piso por ejemplo), angustia y tristeza sin explicación aparente. Estos son algunos de los indicadores para empezar a darte cuenta que la implosión está ocurriendo.

Lamento no tener receta para la solución, pero si considero que una vez que como personas detectamos el “problema” somos capaces de encontrar soluciones de lo más creativas y funcionales para nuestra vida. Todas diferentes o parecidas en algunos casos, pero cada quien encontrará su propia respuesta. A la vez y al mismo tiempo, es necesario que construyamos una conversación colectiva respecto a: ¿Qué tipo de país queremos?.

Gracias por leer.


Lionel H. Moraña. 06-06-2024