¿Puedo ser resiliente?

LO ONTOLOGICO

Lionel H. Moraña

11/7/20245 min read

En la imagen, se observan muchas cosas, yo quiero que hagas foco en una pequeña flor que ha crecido junto a la vereda. Creció en un entorno que no es el “recomendable” para su desarrollo. Al estar rodeada de cemento, calles y poco espacio verde, la flor parece fuera de lugar, pero a la vez representa un símbolo poderoso que en ocasiones los seres humanos solemos olvidar: la resiliencia. A pesar de la dureza de su contexto, de las condiciones poco favorables, esta flor ha encontrado la forma de abrirse camino y florecer, aportando esplendor, su toque de vida y su color al entorno cementicio que la rodea.

La resiliencia en las personas es muy similar a esta imagen. Al igual que la flor, muchas veces nos encontramos en contextos difíciles, rodeados de situaciones adversas, donde el ambiente parece no ser el adecuado para crecer y desarrollarnos. Sin embargo, la resiliencia es esa capacidad interna que nos impulsa a adaptarnos, a buscar un pequeño espacio en el cual echar raíces y florecer, incluso cuando todo parece estar en contra.

La flor podría haber renunciado a crecer en un lugar tan inhóspito, y sin embargo, se atrevió a desafiar las condiciones, a encontrar la luz entre las sombras. Las personas que practican la resiliencia hacen lo mismo: ante los problemas, la falta de recursos, o el dolor, encuentran una manera de seguir adelante, de sacar lo mejor de sí mismos, de convertir la adversidad en una oportunidad para fortalecerse.

Así como la flor no eligió el lugar donde nació, muchas veces las personas no pueden elegir las circunstancias en las que nacieron, sus familias, su barrio, sus familiares. Pero sí, una vez en la adultez, pueden elegir cómo enfrentar esas circunstancias, cómo y qué hacer frente a eso que en un principio fue dado. Una manera de hacerlo es preguntando: ¿elijo esto?. La flor, con su sencilla presencia, nos recuerda que el contexto no define nuestro poder de crecimiento. Es nuestra determinación y capacidad de adaptación lo que nos lleva a florecer, incluso en los lugares más inesperados.

Al igual que esta flor se hace lugar y vive mientras florece, una persona resiliente se propone encontrar belleza y sentido incluso en los momentos más difíciles. Esa flor que aporta un toque de color en medio de la dureza de la ciudad, es posible que no haya sido vista por la mayoría de las flores y menos de las personas que pasan por allí. Cuando una persona desarrolla la resiliencia, aprende a estar siendo resiliente, muchas veces se convierte en un faro para quienes la rodean, aún sin siquiera saberlo. Demostrando que es posible transformar la adversidad en una oportunidad para crecer, desarrollarse y florecer.

Aprender a ser resiliente no es un proceso inmediato, sino que se construye a través de la experiencia, la introspección y la reflexión. Al igual que la flor de la imagen, que no se dio por vencida ante las condiciones difíciles, una persona no nace siendo resiliente; se forma y fortalece con cada desafío que enfrenta. Muchas veces, muchas personas que vemos y observamos con características de resilientes, no se autoperciben de esa manera o no conocen el concepto. Su respuesta en general es: “hice lo que pude”. Pero no ven, que eso que pudieron es exponencialmente superior a los problemas que enfrentaron otras personas. Y no se trata de establecer una vara para ver cuantos problemas y qué problemas definen si sos o no resiliente. Sino, poder observar que la resiliencia es una característica que puede ser aprendida como competencia. Y para ello, considero relevante establecer algunos criterios para que vos puedas usar este texto y trabajar en tus experiencias, en crear espacios de introspección y posteriormente reflexiones para desarrollar resiliencia.

1. Aceptación de lo sucedido:
El primer paso para desarrollar la resiliencia es aceptar lo sucedido tal como fue, sin negar ni ignorar. La flor no pretendió que el concreto fuera un campo fértil, pero sí buscó la forma de adaptarse en ese contexto. De la misma manera, las personas resilientes aprenden a aceptar las dificultades, entendiendo que no siempre se puede cambiar el contexto, pero sí la forma de desarrollarse en el. La flor no se queja del cordón, de la calle o del auto que pasa cerca. Aceptar los hechos no implica conformarse, sino entender cuál es el escenario…hasta ahora.

2. Aprender de las experiencias:
Cada situación en la vida, a veces observada como obstáculo, es una oportunidad de aprendizaje. Las personas resilientes buscan extraer lecciones de cada experiencia independientemente de la caracterización que hagan de la situación. Es decir, a pesar de haber sido una situación “difícil”, “dura”, “engorrosa”, “traumática”, “dolorosa”, “injusta”, “humillante”, “exigente”, “oscuro”, “imposible”, “lacerante”, “devastadora”, “angustiosa”, “insultante”, “decepcionante”; no focalizan en lo que implica esa palabra sino en preguntarse qué pueden hacer la próxima vez, frente a una situación como la anterior. Este aprendizaje continuo permite que, ante cada nuevo desafío, la persona esté mejor preparada para enfrentarlo.

3. Mantener una actitud positiva:
Aunque la situación sea difícil, la resiliencia se fortalece al cultivar una mentalidad optimista. Esto no implica negar el problema como mencionaba anteriormente, sino en aceptar lo sucedido y a partir de ahi, mantener una conversación de posibilidad conmigo mismo. En lugar de contarme por ejemplo: “siempre me pasa a mi”. “que inutil que soy”. “tengo la cara”, poder contarme: “esto también lo voy a solucionar” o lo que para vos sea positivo en ese momento. Esto no significa ignorar los problemas, sino ser capaz de encontrar un rayo de posibilidad incluso en los momentos más oscuros, que todos los seres humanos en algún momento de nuestras vidas tenemos.

La flor que creció al borde de la vereda no dejó que la falta de tierra fértil le impidiera buscar la luz del sol, un poco de agua y un pequeño lugar donde crecer. De igual forma, la persona resiliente aprende a enfocarse en las posibilidades.

4. Buscar apoyo en los demás:
La resiliencia no es un camino solitario. Muchas veces, se fortalece cuando nos rodeamos de personas que nos apoyan y nos ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva. Al igual que una planta que crece mejor si tiene compañía, las personas que construyen redes de apoyo suelen encontrar mayor fortaleza para superar las adversidades. Compartir nuestras cargas hace que el camino sea más llevadero. Ahora bien, a la hora de elegir esas personas recordá que estaría bueno que tengan alguna de las características ya mencionadas.

5. Cultivar la autoconfianza y la paciencia:
Tener resiliencia implica creer en la propia capacidad de superar las dificultades, aunque el desafío sea largo. La flor de la imagen no creció de un día para otro; su desarrollo fue un proceso que requirió tiempo y esfuerzo. De la misma manera, cualquier persona aprende a confiar en sí misma y en su capacidad para superar los problemas, entendiendo que el crecimiento personal es un proceso que requiere paciencia y constancia.

6. Desarrollar la flexibilidad emocional:
La capacidad de adaptarse a los cambios emocionales es fundamental para la resiliencia. Esto significa aprender a gestionar nuestras emociones y entender que los momentos de tristeza, miedo o frustración son naturales, pero no permanentes. La flor que crece en un entorno hostil no se aferra a una sola condición; se adapta a la luz disponible, a la humedad y a cualquier espacio pequeño que le permita vivir.

Aprender a ser resiliente es: aprender a desarrollar la competencia. Como esa flor que encuentra la forma de crecer en un rincón del asfalto, es reconocer que las circunstancias no siempre serán ideales, pero que dentro de cada uno de nosotros existe la capacidad de adaptarse, de aprender y de florecer, incluso cuando el entorno parezca adverso. La resiliencia se cultiva cada día, enfrentando los desafíos con valor y confianza, sabiendo que, al final, somos capaces de crecer y encontrar la belleza, aún en los lugares más inesperados.

Y cuando la resiliencia está desarrollada, no hay cemento, ni espacio, ni cordón que frene tanta belleza.


Nota: La foto la tomé yo, un día cualquiera.